Del escenario colgaban copos de algodón como anticipo al buen clima venidero. Las nubes son un fenómeno natural bien interesante puesto que pueden ser el pronóstico para un día de cielos azules y despejados, como también pudieran representar la cercanía de un buen aguacero. Las tablas del escenario estaban cubiertas por colores en movimiento, efecto que creaba la iluminación al atravesar estos cúmulos. El teatro Braulio Castillo en Bayamón se sentía tropical. Así como si nos hubiésemos sentado a esperar por Melissa a la orilla de Ocean Park. Parecía como si hubiesen abiertos las compuertas de una represa y en ese escape colectivo se llenaron a capacidad las tres funciones presentadas este fin de semana pasado para la primera comedia stand-up de la comediante Melissa Rodríguez llamada “El mundo soy yo”. Después del largo encierro pandémico que ha tenido al mundo al borde de perder la cordura, la audiencia esperaba vehementemente esta oportunidad para finalmente soltar a carcajadas todo lo arduo que han sido estos últimos eventos en nuestra historia.
Se revuelca el hormiguero cuando Eduardo (Marcos Carlos Cintrón) decide que su boda con Maurice (Richard Rondón) debe llevarse a cabo en casa de su familia en Castañer, un poblado de Lares, Puerto Rico. Su padre, el Dr. Eduardo Zalduondo (Braulio Castillo), se enfrenta a sus concepciones tradicionales y a las de todo un pueblo pintoresco que vela cada uno de sus pasos.
La indignación producto de los eventos ocurridos en Puerto Rico durante los pasados días, se hizo sentir en la tarde de ayer 16 de julio de 2019, frente a las oficinas de la Administración de Asuntos Federales de Puerto Rico en Orlando, Florida. Allí se dieron cita cientos de manifestantes para expresar su disgusto ante los actos de corrupción y malversación de fondos por parte de los funcionarios públicos que componen (y componían) el gobierno de Puerto Rico que está en turno.
Desde que vivo fuera de Puerto Rico, trato de aprovechar toda oportunidad que me haga sentir como en la isla. Aunque sea por solo unos minutos dejo que mi mente vuele para que mi piel sienta la brisa de la playa y logre escuchar las carcajadas de aquellos amigos de mi vecindario a través de la distancia. En ese espacio de tiempo te das cuenta de lo mucho que atesoramos nuestra cultura y lo necesario que es sentir ese calor humano que tanto nos caracteriza a nosotros los puertorriqueños. A veces me inunda esa nostalgia tan horrible que solo puede entender aquel que ha vivido lejos, es cuando entonces necesito recargarme con una buena dosis de escuchar nuestro acento, nuestra música y nuestro inigualable sentido del humor.
Mi abuelo Don Paco Pérez tenía alrededor de diez años ese 21 de marzo de 1937. Había nacido en la ciudad Señorial de Ponce en el año 1927. La calle Aurora lo había visto crecer y fue desde el balcón de la casa de un familiar localizada en dicha calle desde donde observó atónito la histórica Masacre de Ponce.